La rutina puede llegar a
convertirse en un infierno para propios y extraños. Es por eso por lo que las
pequeñas cosas cobran más importancia y son éstas las que hacen que la
diferencia se encuentre en los mínimos detalles. Con la cocina pasa igual. Una
misma receta elaborada muy asiduamente puede llegar a aborrecerse. Y es que eso
no debemos dejar pase por ninguna circunstancia.
Así, me encontraba yo
dispuesto a hacer el típico bizcocho casero para acompañar al café con leche de
los desayunos cuando fui a echar mano de un limón para raspar su corteza y
añadirlo a la masa. Pensé que en realidad no me apetecía hacer de nuevo el
mismo. Quería variar en algo. Entonces me puse a mirar por toda la cocina en
búsqueda de algún ingrediente que pudiese añadir al bizcocho. Y la solución se
abrió cuando al mirar en un armario encontré una bolsa de anís verde que había
sobrado de la última vez que hicimos embutidos en casa. El anís verte tiene un
sabor…, pues a eso, a anís y seguro que le debía de quedar bien. O al menos eso
pensé yo
Mientras el bizcocho se
cocía en el horno no desprendía ningún olor a anís y tampoco cuando lo saqué
para que se enfriase. En cambio, al cortarlo y probarlo su sabor era notable
pero suave y delicado. El resultado me pareció espectacular.
Era un bizcocho con el
doble de ingredientes y sólo duró 4 mañanas. Bueno…, cuatro mañanas, cuatro
tardes y cuatro noches. Siempre había un momento para coger un trozo.
Ingredientes (para un
bizcocho grande):
2 yogures naturales
2 medidas de yogur de
aceite de oliva
4 medidas de yogur de
azúcar
6 medidas de yogur de
harina
6 huevos
2 ó 3 cucharadas de anís
verde (depende del gusto de cada uno, y también se puede llamar anís en
semilla, matalauva o matalahúga)
2 sobres de levadura
Elaboración:
En un bol vertemos los
yogures, el aceite, el azúcar y los huevos y lo batimos todo bien hasta que se
haya mezclado todo bien. Después añadimos la harina y volvemos a mezclar hasta
que obtengamos una masa no muy espesa. Por último queda añadir el anís.
Introducimos la mezcla en
un molde que previamente debe de estar untado de mantequilla y enharinado para
evitar que se pegue y sea más fácil desmoldar el bizcocho una vez que se haya
enfriado. Metemos el bizcocho en el horno que
ya ha sido precalentado a 200ºC y lo bajamos a 180ºC. Lo cocemos hasta
que al pincharlo con un palo o un cuchillo éste salga limpio.
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